miércoles, 17 de marzo de 2010

Explicación terremoto: Nuevos rumbos, el mismo destino

De a poco empezó a estremecerse nuestra cama, sonaba tenebroso el contrabajo de la tierra y rápidamente nos levantamos para abrazar nuestros retoños, el movimiento siguió más fuerte y la tierra nos gritaba, se caían los libros de las estanterías, los platos de las cocinas, los cuadros de las paredes.

La casa seguía estremeciéndose y no se detenía, penetraban por la ventana los chispazos de luz de los cables eléctricos. “Aquí se terminó todo” pensé, apretando al niño contra mi pecho y una breve lágrima corrió por mi mejilla. Luego y lentamente todo paró. Nuestra pequeña casa había resistido.
Salimos de inmediato al pasaje a ver a nuestros vecinos, algunos encerrados dentro de sus casas nos pidieron ayuda para salir, la mayoría salimos en piyamas y con linternas para verificar cómo estaban todos en la población. Unos a otros nos preguntábamos: “¿Cómo está vecina? Bien gracias, muy asustada ¿Y los niños? Bien un poco alterados”.

Un grupo de hombres dio vueltas por los pasajes de la población para ver como estaba todo, preocupados por los que viven solos. Nada grave había pasado, en nuestra Lautaro: “el cerro es pura roca” decían los viejos dándonos consuelo y es cierto somos pura roca.

No teníamos noticias del resto del país, pero estábamos angustiados, hasta que comenzó a transmitir Bío Bío La Radio… … Horripilante, escalofríante, dolía la fuerza de la tierra, pero aún más la fuerza del mar. Los que no lloraron para el terremoto lo hicieron después.

Los vecinos oriundos del sur comenzaron a tratar comunicarse con sus familiares y amigos, pero no se podía…Incertidumbre. Esa madrugada, sólo los niños durmieron.
Al día siguiente, sin agua y sin luz vimos nuevamente nuestras almas y empezó la solidaridad, lo mejor de ser pobres es que sabemos enfrentar estos momentos, tenemos la costumbre de guardar agua por ahí, “por si acaso”, unas velas y pilas, para las emergencias, porque uno nunca sabe el día en que falte. Nos ayudamos entre todos, el vecino que tiene agua, entrega; el otro ayuda con el teléfono; otro con el computador, para todos todo. Abríamos nuestras casas y corazones, prestos para el otro, no podía ser de otro modo.

A los dos días llegó la luz y a los cinco días se reestableció el agua. Las réplicas nos siguen asustando de vez en cuando, pero somos fuertes, somos pobladores de la Lautaro y sangre aborigen corre por nuestras venas, somos mestizos chilenos y nos levantamos para levantar a nuestro país.

He aquí la razón por la cual nuestras labores de autodiagnóstico y gestión debieron mermar y tomar nuevos rumbos, pero seguimos… no lo duden seguimos.

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