martes, 16 de febrero de 2010

Crónica tercera Sábado 06 y domingo 07 de febrero del 2010

Otra vez llegaba la maestra con su lección de compromiso y entrega.
Nuestra Mirtala, ícono del esfuerzo y el logro, porque ella nos enseñó que aún siendo pobres, sí se puede. A diario los niños y jóvenes la veíamos verbalizar su estudio en el patio de su casa, ese patio que está al lado de la escalera, junto a la cancha de tierra, entre los eucaliptos.
Ella, con su incansable luz de maestra llegaba a mostrarnos que podemos ser más, porque los pobladores podemos organizar, podemos amar y luchar por nuestro espacio, aquel que nos corresponde por derecho.
Fue como la aurora arribo a la sede vecinal, teníamos la temible misión de aplicar las encuestas, teníamos generaciones de fango en los zapatos de nuestra parte, pero existía el ligero temor de años ensimismados, décadas de egoísmo y apatía neoliberal. Ya la población no era la misma, los niños eran hombres y los hombres ancianos, nos atacaba también la nostalgia por la muerte de dos vecinos durante esa semana. Amigos vinieron a ayudarnos y con espíritu solidario avanzaron con nosotros. La maestra dio el vamos y tomamos nuestras artesanales credenciales, nuestras carpetas y partimos con paso firme y con la fuerza de la historia…..
Las primeras casas hicieron que viéramos cara a cara a nuestros vecinos, tocamos su puerta y nos dieron su mano, nos invitaron a entrar para mostrarnos su dolor y su esperanza, algunos con orgullo mostraban pequeños logros, otros no tenían más que rogarle a dios para que las termitas no sigan avanzando en su natural tarea, eran los más. Muchas historias de vida, sacrifico y muerte, historias de nuestro pueblo trabajador y cesante
Cuando por la tarde nos juntamos todos, sólo nos miramos, pero por dentro nuestros corazones latían rápido, habíamos hecho algo, era el primer y certero paso del reencuentro, empezábamos a vivir el proceso natural de la socialización, aprendimos y queríamos abrazarnos, pues estábamos lográndolo y la despedida fue la excusa, el sortilegio de ese fin de semana no se puede describir, pero algo pasó y la maestra siempre serena por fin pudo volver a soñar.

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